Impulsos Aleatorios

jueves, junio 16, 2005

Hay alguien que habla de amor...

Hoy leí un artículo que publicó Alejandro Rozitchner en la revista "planeta Urbano" en el año 1998...hablaba de la felicidad, pero, como es de esperarse, lo relacioné en seguida con el amor (y sus derivados)....he aquí algunos fragmentos.

1. El amor es como tomar un café: dura un ratito, pero su influencia se prolonga. Y no todos pueden con él, a algunos les cae mal. Como el café, el amor te despierta, y se busca una dosis de él para comenzar bien el día. Te despierta porque te hace ávido de más, de mundo, te sacude del sueño en el que hubieras querido seguir, cómodamente, y te hace posible las cosas. O te trae taquicardia, si no podés parar y resignarte a que el amor, como todo, debe encontrar su lugar en el tiempo y no admite abusos. Como el café, el amor habita en la intimidad, es un encuentro, y es caliente. El amor, como el café, también tiene estilos diversos: hay amores livianos, aguados, que casi no tienen gusto, y otros amores fuertes, cargados, sabrosos. Hay quien necesita endulzar su amor, porque eso le permite asimilarla mejor, y hay quien se la banca como es, con su sabor propio, fuerte y raro.

2. El amor es como un auto, te lleva y te trae, te hace mover, te desplaza, te saca de un sitio y te pone en otro. No está nunca quieto, y si se queda mucho tiempo en un mismo lugar cada vez le cuesta más el movimiento. Como sucede con los autos, hay amores caros y amores baratos, y se puede perder la vida a cambio de un amor muy caro, o porque no es posible terminar de pagarla o porque fuiste muy rápido y te estrellaste contra algo. ¿Contra la velocidad de otro, yendo rápido para otro lado, o contra un amor frenado? Hay amores de segunda mano, que traen siempre algún problema, y amores 0 km, que pierden gran parte de su valor desde el momento mismo en que te subís a él. Hay amores con estilo, que duran mucho tiempo, y amores puro aspaviento y diseño, hechas para ser mirados. Hay amores muy inseguros, y otros confiables, preparados incluso para la eventualidad de un accidente. Hay amores tan increíbles que no los podés sacar a la calle, que no te sirven para el mundo real, y que son como no tener nada: si querés salir tenés que llamar un taxi, amor humilde de otro que tal vez ni es dueño. El amores también como un auto cuando es observado desde un colectivo, con envidia, por los que esperan poder llegar a tenerlo o no tendrán nunca uno.

3. El amor es como una computadora, complejo, casi mágico, insondable, siempre necesitado de alguna actualización. Como las computadoras, el amor es mejor cuanta más capacidad operativa pueda tener, y requiere de algún programa que lo organice para poder usarse. Te los podés copiar, los programas, pero si traen un virus podés perder todo, y aunque sean más caros siempre son preferibles los programas originales y propios. El amor, como las computadoras, es siempre algo nuevo y cada vez más sencillo, aunque esa sencillez aparezca como resultado de un trabajo cada vez más complejo y delicado. Y, como con las computadoras, los amores requieren siempre de una energía que las alimente, o la red social de la electricidad o la pila que te permite una autonomía relativa. Podés estar sin contacto un tiempo, pero pronto es necesario volver y recargarlo. El amor es también como una computadora porque siempre le pasa algo. Cuando funciona es bárbaro, pero cuando falla puede crearte problemas infinitos: perdiste muchos archivos y no los vas a recuperar nunca. No hay peor nunca que el del amor perdido.

4. El amor es como la lluvia, está ligado a una sensación de tristeza, pero es hermoso y lo baña todo. Envuelve a la realidad entera y si es demasiado fuerte uno tiene que salir con paraguas para protegerse un poco. Hay quien gusta de salir a empaparse, pero después puede aparecer un resfriado o algo peor. El amor puede ser tenue como la garúa o feroz como una tormenta, puede ser persistente y durar y durar, o brevísimo, llegar y en un instante desaparecer, dejando todo renovado y un aire más limpio detrás de él. El amor como la lluvia lava las cosas, da una sensación de nuevo principio, de mundo flamante, pero también, si insiste y no cede, puede inundarte y hasta matarte. Nos alimentamos de esa cuota de amor que cae periódicamente y cuando falta la tierra es árida y la vegetación escasa. El amor, además, como la lluvia, te conecta con tu mundo interno, lo hace evidente y lo proyecta.